jueves, 14 de marzo de 2024

El Amor y las relaciones de pareja (I)

 



    Un reciente artículo publicado en el periódico El País (6 de noviembre de 2023) lo encabezaba el siguiente titular “El amor es una droga que hace efecto solo 15 meses”. Estos asuntos relacionados con la “Psicobiología” siempre llamaron mi atención poderosamente, lo que hizo que leyera dicho artículo con máximo interés. “La Neurociencia dice que el enamoramiento dura como máximo un año y tres meses, y la noradrenalina es una de las claves…”. Así comenzaba el artículo que escribía Francesc Miralles en dicho medio de comunicación.

    Lo primero que pensé fue en el dilema (o más bien falacia) sobre qué fue primero, si el huevo o la gallina. ¿Es la noradrenalina lo que nos hace sentir que estamos enamorados?, o, por el contrario, ¿es el comportamiento de estar enamorado el que hace que segreguemos noradrenalina?.  A continuación me situé, desde mi posición como psicólogo, en contra del planteamiento exclusivamente biologicista, para finalmente analizar tan importante  cuestión vital desde la perspectiva de la psicología.

    En general, desde hace mucho tiempo, sobre todo en la sociedad occidental, damos credibilidad a aquello que proviene de lo que en general denominamos ciencia. Esto nos ha hecho “intuir” que todo puede explicarse en términos científicos, pero sobre todo, o exclusivamente, por aquella explicación que proviene de determinadas “ramas” de la ciencia, como  la biología, la química, la medicina, etc. No voy a manifestarme en contra de este modelo explicativo o de esta forma de entender el mundo y lo que en él sucede; muy al contrario, y además creo que hay que desenmascarar a tanta pseudociencia que ha florecido en los últimos años al “socaire” de las ciencias. Lo que creo es que hay otra ciencia que explica con contundencia y rotundidad experimental las cuestiones que se relacionan con el comportamiento humano. Esta ciencia es la PSICOLOGÍA CONDUCTUAL que, como ciencia del comportamiento, es la que mejor puede explicar lo que sucede en torno a este comportamiento que llamamos enamoramiento.

    Ya en 1953, SKINNER, el psicólogo de mayor relevancia del siglo XX, según la Asociación Estadounidense de Psicología (APA 2002) comentaba en su obra “Ciencia y Conducta Humana” que “los métodos de la ciencia han sido extraordinariamente eficaces dondequiera que se han ensayado, ¿por qué no lo aplicamos entonces a los asuntos humanos?”, en referencia clara a la necesidad de profundizar en el conocimiento científico del comportamiento humano.

    Cuando actualmente desde la Psicología queremos explicar por qué suceden determinados comportamientos surgen explicaciones, cada vez más, que no tienen en cuenta, o que  olvidan, los avances realizados en otros tiempos. Es decir, parecería como que los conocimientos en Psicología no se van adquiriendo por concatenación de investigaciones o líneas de investigación sobre un asunto concreto, sino que surgen a partir de teorías dispares, a veces sin fundamento científico alguno, que pretenden explicar de nuevo un comportamiento concreto. La mayoría de estas explicaciones resultan vagas e imprecisas desde un punto de vista experimental y/o científico, pero resultan sencillas y comprensibles para el neófito o a nivel popular. De esta forma se van abriendo paso pseudociencias  y planteamientos acientíficos que convierten la Psicología en un “entretenimiento” en el que se mueven con soltura todo tipo de disciplinas pretendidamente afines, facilitando y dando paso al intrusismo profesional.

    Esto ocurre con el enamoramiento, que el saber popular atribuye al amor, que no se sabe lo que es, pero que se convierte en el elemento explicativo por excelencia. A partir de aquí no se sabe cómo se adquiere (ni cómo se pierde) y, por tanto, es algo que no sabemos cómo manejar. Sin embargo, a los profesionales de la psicología se nos pide que actuemos dando soluciones ante los problemas derivados de los problemas de relación en la pareja que pudieran estar relacionados con comportamientos incompatibles, con falta de comunicación, etc., ¿o es la pérdida del amor?.

    Para explicar todo ello es fundamental ir a las fuentes (que las hay) del conocimiento sobre estas cuestiones y ver que nos dice la Psicología Conductual al respecto.

    Miguel Costa y Carmen Serrat en su magnífico libro (ya hoy todo un clásico) “Terapia de Parejas” (Alianza Editorial, 1982) describen el enamoramiento como un intercambio de conductas reforzantes o gratificantes entre ambos miembros de la pareja, “lejos de la explicación vaga y simplista del amor”. El amor es un comportamiento complejo basado en conductas, la mayoría observables y medibles, de tipo cognitivo, emocional y motor. Se puede afirmar, por tanto, que las parejas con problemas intercambian menos gratificaciones (reforzadores positivos) que las parejas sin problemas (Jacobson 1979). Igualmente, se han encontrado tasas más altas de conductas castigadoras o aversivas en parejas en conflicto (Estudios de los años 1975 y 1976; Birchler y cols. y de Robinson y Price).

    Desde el punto de vista de la Psicología Conductual el amor podría entenderse como “expectativas de refuerzo”. “El nivel de expectativas, al igual que el resto de variables mediacionales (percepciones, interpretaciones o valoraciones en función de las experiencias previas, etc.), matizan el valor reforzante del intercambio conductual de una pareja. Unas expectativas excesivas o exclusivas, y por tanto no satisfechas,  conducen a minusvalorar las gratificaciones del otro y de la vida de relación en general y reducen el umbral de tolerancia a las frustraciones y a la estimulación aversiva  que toda relación interpersonal, en algún grado, conlleva”  (Costa y Serrat, 1982).

    Otro aspecto que diferencia las relaciones “basadas en el amor” de las que no se mantienen por este constructo son las habilidades de comunicación y de resolución de problemas. En las relaciones “basadas en el amor” la comunicación es positiva y la resolución de problemas es eficaz. (Weiss, 1978). Las parejas en conflicto lo están por intentar influirse e interactuar mediante estímulos aversivos (críticas, amenazas, enfados, chantajes, etc.). 

    Con base sólo en estos dos aspectos apuntados; expectativas de refuerzo e intercambio de reforzadores y estimulación aversiva, además de los déficits en la comunicación, podríamos concluir que, en el proceso de enamoramiento, el amor se mantiene en tanto en cuanto las expectativas de refuerzo no se ven superadas, o “resisten” en el nivel inicial de cada persona. Todo ello acompañado de una comunicación y resolución de problemas eficaces.

    Como bien apunta Jacobson (1979) (es preciso acudir a las fuentes) en el comienzo de una relación suele existir atracción debido a una elevada tasa de intercambios  reforzantes. ¿Explica este intercambio conductual el incremento de noradrenalina?

    ¿Es esto el amor?. ¡Parece poco romántico!, pero la psicología conductual, tras sus investigaciones de corte científico y experimental, encuentra estas conclusiones, entre otras que seguiremos analizando y exponiendo más adelante.


Juan Sagristá Andrés

Psicólogo especialista en Psicología Clínica

 

 

   

lunes, 8 de enero de 2024

Transiciones vitales en la adolescencia

 



    El concepto de transición vital va de la mano de los estadios o etapas en los que en los que la vida de una persona se secuencia. Durante el propio ciclo vital, todas las personas pasamos por periodos distintos que ponen a prueba nuestros procesos de adaptación y reorganización para reducir la desestabilización de las demandas de cambio que perturban el equilibrio entre el ambiente y el individuo, los cuales pueden suponer una transformación en la comprensión de nuestro entorno y sobre todo de nosotros mismos. Las transiciones son momentos vitales que actúan como puentes entre una situación anterior y otra posterior de cambio que pueden abarcar periodos extensos (Moratto et als. 2015). 


    Son periodos con un carácter condicionante sobre el futuro, la incertidumbre o las expectativas puestas en ellos, por lo que son de especial vulnerabilidad (Rausky, 2014) Harbottle y Bridges (2006) plantean unas fases en el proceso de transición exitoso, y son:


  • Fin, pérdida o necesidad de cambio en la situación de partida. Fase asociada a emociones de resistencia al cambio y la dificultad de aceptar que se están produciendo los mismos.

  • Zona neutral o periodo de moratoria. Siendo una fase puente en la que puede convivir el malestar y la incertidumbre con la apertura a nuevas posibilidades.

  • El nuevo comienzo. Fase cargada de perspectivas positivas que permite finalizar la transición con la recuperación del control sobre la propia vida.


    Podemos diferenciar entre transiciones vitales normativas y no normativas. Las primeras hacen referencia a las que se pueden anticipar y son previsibles, porque vienen determinadas por normas sociales, culturales y/o institucionales. Los eventos no normativos o críticos son individuales e inesperados, como accidentes, despidos no previstos, ruptura de pareja como ejemplo. También se incluyen en este apartado eventos históricos que afectan a toda una cohorte (Krampen, 2013, Perrig-chiello y Perren, 2005).


    Las transiciones relacionadas con la edad persisten en el imaginario social y conviven con políticas públicas y estructuras institucionales, aunque la flexibilización de los ciclos vitales y la reducción de los itinerarios personales hacen que la edad vaya perdiendo significación como característica central de los procesos de transición vital (Sepúlveda, 2013).


    Veremos cómo los cambios asociados a la juventud difieren en relación a los de la vida adulta en aspectos importantes y hay que tenerlos en cuenta y tratarlos con la importancia que cada una tiene en cada caso concreto.


    La juventud supone el tránsito hacia la vida autónoma constituyendo un momento crucial en la vida de las personas. Uno de los momentos a destacar es el paso de la escuela al mundo laboral, intentando no reducir la transición a la vida adulta a un mero proceso de inserción profesional. La configuración de la identidad y la gestión de las aspiraciones en distintos ámbitos forman parte de los aspectos críticos en esta etapa, no acotándolos necesariamente en cuestiones profesionales y/o laborales (Du Bois-Reymond y López, 2004).


    Los primeros de los cambios en los que nos vamos a centrar hace referencia a la familia. La adolescencia se convierte en una etapa mucho más difícil que otras, no solo para el adolescente, sino para el resto del núcleo familiar. Jeffrey Arnett (1999) propone que la adolescencia se relaciona con tres aspectos claves:


  • Mayores niveles de conflicto con los padres.

  • Alteraciones del estado de ánimo.

  • Mayor implicación en conductas de riesgo.


    No podemos olvidar que la familia no es un objeto pasivo sino un sistema activo. Toda tensión provocada por eventos internos o externos repercuten en el funcionamiento familiar. En este punto, la adolescencia es un periodo crítico donde las modalidades habituales de funcionamiento que hasta el momento han sido exitosas ahora resultan inadecuadas. Temas como el control y la autonomía deben renegociarse, de manera que se suceda el distanciamiento gradual del adolescente con la familia (Estévez y Musitu, 2016). 


    Ejemplos de transiciones vitales en la adolescencia y juventud:


  • Duelo al final de una etapa escolar con cambio de centro o fin de la etapa educativa.

  • Cambio de domicilio.

  • Separación de miembros de la familia, mudanzas, divorcios de los progenitores.

  • Ruptura con el grupo de amigos/as habituales.

  • Querer entrar en un mundo más adulto del que no forma parte, adquiriendo más libertades como llegar más tarde a casa, tener menos control por parte de padres, madres o cuidadores/as.

  • Descubrimiento de la sexualidad y la pareja.


    Para concluir, indicar que en los últimos años la transición de la vida académica a la vida laboral ha sufrido un desplazamiento retrasando la edad a la que este cambio tiene lugar. Hasta hace poco hemos tenido un ciclo vital definido por la previsibilidad y las certezas, todo ello como consecuencia de la linealidad y la estandarización a nivel social. Ahora mismo hemos pasado a un recorrido vital marcado por la incertidumbre y la reversibilidad haciendo que enfrentarse a los cambios sea una tarea altamente exigente (Gonzalez y González, 2015,p. 30), dando lugar a que las transiciones vitales sean más inciertas, duren más tiempo y/o más frecuente,haciendo que sean más imprevisibles y generen una mayor inseguridad (Stauber y Walther, 2006).


Ramón Flores González

Psicólogo colaborador de Latour Psicología



Du Bois-Reymond, M., y López, A. (2004). Transiciones tipo yo-yo y trayectorias fallidas: hacia las políticas integradas de transición para los jóvenes europeos. Estudios de Juventud, 65, pp. 11-29.


Krampen, G. (2013). Subjective Well-Being of Children in the Context of Educational

Transitions. Europe's Journal of Psychology, 9(4), pp. 744–763.


Moratto Vásquez, N. S., Zapata Posada, J. J., & Messager, T. (2015). Conceptualización de ciclo vital familiar: una mirada a la producción durante el periodo comprendido entre los años 2002 a 2015. CES psicología, 8(2), 103-121.


Perrig-Chiello, P. y Perren, S. (2005). Biographical Transitions From a Midlife Perspective.

Journal of Adult Development, 12(4), pp. 169-181.


Rausky, M.E. (2014). ¿Jóvenes o adultos? Un estudio de las transiciones desde la niñez en sectores pobres urbanos. Última Década, 41, pp. 11-40. 

Sepúlveda, L. (2013). Juventud como transición. Última Década, 39, pp. 11-39.


lunes, 18 de diciembre de 2023

Apego en la infancia y su reflejo en las relaciones de pareja

 



    El apego es una dimensión esencial a tener en cuenta en las relaciones de pareja. Este es, por definición, un vínculo emocional, recíproco y duradero establecido entre los/as niños/as y su cuidador/a, cada uno de los cuales contribuye a enriquecer la calidad de la relación (Bowlby, 1969). La teoría del apego se ha convertido en una de las más influyentes a la hora de comprender el proceso de regulación de los afectos en las relaciones, además de ser un factor muy influyente en la salud emocional y el desarrollo psicosocial de las personas (Medina, Rivera y Aguasvivas, 2016). La figura de apego conforma un papel de apoyo, refugio, seguridad y de ayuda en tiempos difíciles (Collins y Pietromonaco, 2017).


    Las conductas de apego se forman en los niños durante el primer año de vida, aunque estas se encuentran activas y cambiantes durante todo el ciclo vital del individuo. Existen diversos estilos de apego infantil que se dividen de forma general en dos tipos: seguro e inseguro. Por un lado, el apego seguro hace referencia a una relación de unión saludable, donde se reciben las atenciones y cuidados necesarios y suficientes para que el desarrollo sea el adecuado. En su defecto, el apego inseguro se desarrolla cuando la figura de referencia presenta determinadas carencias respecto al cuidado. Se puede clasificar en tres estilos diferentes: apego evitativo, apego ansioso-ambivalente y apego desorganizado (Langlois, 2017).


    El apego evitativo destaca por una manifestación del recuerdo fría. En su cuidador/a principal se encontraban carencias para responder a sus necesidades básicas. En el estilo ansioso-ambivalente, el recuerdo que se presenta es de un tono afectivo, con falta de comprensión por parte de las figuras de apego (Medina et al., 2016). Los niños con apego ansioso en su infancia son emocionalmente sensibles y presentan una gran dependencia hacia sus cuidadores causado por la dificultad de gestionar de forma independiente las emociones negativas y con una excesiva preocupación a dejar de ser querido y aceptado por los demás. Por último, en el apego desorganizado, se recibieron cuidados intermitentes, en muchas ocasiones el acercamiento a los cuidadores les proporcionaba rechazo, e incluso en casos más extremos algún tipo de maltrato (Langlois, 2017). 


    Según la teoría del apego, nuestras conductas en contextos relacionales, así como nuestras expectativas con respecto a las relaciones sociales se basan en las representaciones sobre nuestra forma de relacionarnos en el pasado. Se pueden modificar en función de las circunstancias y tratan cuestiones como la posibilidad de atracción de la atención al otro y saber si se es merecedor o no del cariño de su figura de apego. (Yárnoz y Comino, 2011).  Hazan y Shaver (1987) establecen que los tres principales estilos de apego descritos por Bowlby (1982) en sus estudios sobre la infancia se ponen de manifiesto en el amor de pareja adulto. El estilo de apego formado durante la niñez se convierte en un factor condicionante del apego adulto.


    En los adultos, se sabe que las personas con apego seguro afrontan de manera más constructiva sus emociones negativas porque tienen un conocimiento sobre las mismas y buscan la ayuda y el soporte en sus figuras de apego cuando lo necesitan. Presentan niveles más elevados de satisfacción en la relación de pareja, mayores niveles de apertura, confianza y capacidad de resolución de situaciones cotidianas que les permita un pleno disfrute (Ortiz, Gómez y  Apodaca, 2002). 


    Por otra parte, los adultos con apego evitativo presentan dificultades para mantener relaciones interpersonales a causa de la incapacidad de manejar los niveles de confianza e intimidad que se necesitan en una relación y dificultando el compromiso afectivo. Los individuos que presentan apego ansioso-ambivalente se sienten indefensos y tienden a mostrar expresiones intensas de rabia y miedo, una estrategia para reclamar el contacto, tienden a experimentar desconfianza frecuentemente, basado en un sentimiento de abandono. Este sentimiento deriva en la constante búsqueda de afecto e intimidad a causa de la inseguridad, lo que perjudica la satisfacción en la relación (Medina et al., 2016).


    Las personas con un estilo de apego desorganizado son las que tienen más dificultades para presentar satisfacción en relaciones de pareja debido a que utilizan la desactivación de las necesidades de apego para afrontar situaciones íntimas que le generan malestar. La negación de las necesidades emocionales y la evitación de la intimidad generarán un terreno poco propicio para obtener gratificación en sus relaciones. Unido a la evasión en situaciones de necesidad, no dan la oportunidad a que la pareja se constituya como una fuente de contención y ayuda emocional (Barroso, 2014).


    Los estilos de apego se combinan de forma lineal a lo largo de estas dos dimensiones; por ejemplo, una persona que suele estar preocupada, se muestra atenta a cuestiones relativas al apego y no emplea estrategias de evitación para regular sus comportamientos y sentimientos. Sin embargo, una persona temerosa se encuentra interesada en cuestiones relacionadas con el apego pero, a diferencias de las preocupadas, emplea de manera típica estrategias evitativas para regular sus comportamientos y sentimientos. Ambas tendencias oscilan entre estas dos dimensiones. La inseguridad en la relación de pareja que se encuentre en dichos niveles de ansiedad y evitación, se asocian a una  menor calidad de satisfacción y compromiso (Martínez et al., 2014). Todos estos aspectos nos llevan a pensar en la importancia de recibir tratos de cuidado y afecto en los primeros años de vida. 



Desire Costas Toscano 
Psicóloga colaboradora de Latour Psicología.



Bibliografía


Barroso, O. (2014). El apego adulto: La relación de los estilos de apego desarrollados en la infancia en la elección y las dinámicas de pareja.  Revista Digital de Medicina Psicosomática y Psicoterapia, 4(1). Recuperado de https://www.psicociencias.org/pdf_noticias/Apego_Adulto.pdf


Collins, N. y Pietromonaco, P. (2017). Interpersonal Mechanisms Linking Close Relationships to Health. American Psychologist, 72(6), 531-542. doi:10.1037/amp0000129


Hazan, C. y Shaver, P.R. (1987). Romantic love conceptualized as an attachment process. Journal of Personality and Social Psychology, 52, 511-524. doi:10.1037//0022-3514.52.3.511


Langlois, R. (2017). Attachment Theory in Adolescent Counselling. BU Journal of Graduate Studies in Education, 9(1). Recuperado en https://files.eric.ed.gov/fulltext/EJ1230429.pdf


Martínez, J.,Fuertes, A.,Orgaz, B., Vicario, I. y  González, E. (2014). Vínculos afectivos en la infancia y calidad en las relaciones de pareja de jóvenes adultos: el efecto mediador del apego actual. Anales de psicología, 30(1), 211-220. Recuperado en https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=4523499


Medina, C., Rivera, L. y Aguasvivas, J. (2016). El apego adulto y la calidad percibida en relaciones de pareja: Evidencias a partir de una población adulta joven. Salud y sociedad, 7(3), 306-318. doi:10.22199/S07187475.2016.0003.00005


Yárnoz, S. y Comino, P. (2011). Evaluación del apego adulto: Análisis de la convergencia de diferentes instrumentos. Acción psicológica, 8(2), 67-85. doi:10.5944/ap.8.2.191


lunes, 11 de diciembre de 2023

¿Qué es la violencia obstétrica?

 


En 2020, el Comité de Naciones Unidas para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (CEDAW), un tratado crucial de derechos humanos para las mujeres, emitió una condena contra España por su falta de diligencia en la protección de los derechos de una mujer y su hija, especialmente a lo referente a la atención obstétrica de calidad y libre de violencia (Castrillo, 2020). El Comité recibió el informe de la mujer  (N.A.E.), que se presentó en un hospital público en Donostia, España, a las 38 semanas de gestación después de que se produjera la amniorrexis (rotura de la bolsa de agua). El hospital no respetó el período protocolario de espera de 24 horas y, sin proporcionarle información sobre las alternativas disponibles, procedió a inducir el parto prematuramente sin su consentimiento. Durante su estancia, N.A.E. experimentó múltiples tactos vaginales y no se le permitió comer. Luego, sin justificación médica, fue sometida a una cesárea en la cual tuvo los brazos atados, y en la que su esposo no pudo asistir. La cesárea fue realizada por un grupo de médicos internos residentes en formación supervisados por tutores, sin el consentimiento previo de N.A.E. Este caso es uno de los miles que han sufrido y sufren hoy en día muchas mujeres en nuestro país.  No es extraño que alguien de nuestro círculo de amigos o amigas y familiares hayan sufrido esta violencia encubierta, e incluso no hayan expresado ningún tipo de abuso debido a la normalización que existe en nuestra sociedad, llegando a desacreditar continuamente los testimonios de cada una de las mujeres que ha pasado por el embarazo. 


La violencia obstétrica se refiere a situaciones en las que las mujeres experimentan abuso, maltrato, falta de respeto o discriminación durante el proceso de atención médica relacionado con el embarazo, el parto y el posparto (Silva MG et al., 2014). Esto puede incluir procedimientos innecesarios, falta de información adecuada, falta de consentimiento informado, trato deshumanizado o cualquier forma de violencia física o verbal, como por ejemplo episiotomías sin consentimiento, intervenciones dolorosas sin anestésicos, obligar a parir en una determinada posición o proveer una medicación excesiva e innecesaria  que podría generar complicaciones graves. Además se puede dar violencia psicológica, como dar un trato infantil, paternalista, autoritario, despectivo, humillantes a través de insultos verbales y tratando de despersonalizar a la paciente (Araujo-Cuauro JC, 2019). 


Quizás este concepto no sea tan manifiesto como otros tipos de violencias ejercidas hacia las mujeres, sin embargo se trata de un viejo problema que se ha transformado en un concepto novedoso. Por lo que, estamos hablando de una violencia estructural e institucional que emana de una cultura patriarcal que ha afectado al ámbito médico, que conlleva a que se proporcione, por parte del ámbito sanitario, un trato deshumanizador, el abuso de medicamentos y patologización de los procesos naturales del parto, provocando la falta de autonomía y la capacidad de decidir libremente sobre sus cuerpos y su propia sexualidad, dando lugar a un impacto negativo en su calidad de vida (LLobera et al., 2017).


Algunos estudios muestran que la violencia ejercida en el parto puede ser provocada por el síndrome de burnout que existe en los/las profesionales del parto (Pintado-Cucarella et al., 2015). Entre las causas de esta violencia podemos encontrar la normas culturales y de género que desvalorizan a las mujeres o se les niega su autonomía, la falta de conciencia de las madres sobre este tipo de violencia que da lugar a que no denuncien, la carga de trabajo y/o los pocos recursos de los sanitarios, los estereotipos y prejuicios de género que pueden influir en la forma en que se trata a las mujeres durante el parto y el embarazo, la desinformación que tienen los/las profesionales de la salud que les lleva a no saber identificar ni gestionar las prácticas del parto (García, 2018). Todo esto conlleva que en lugar de actuar ante esta violencia que se ejerce sobre las mujeres, los sanitarios y sanitarias critican la terminología de violencia obstétrica, ya que la palabra “violencia” se considera una contradicción a la labor que tienen ellos de cuidar y curar a sus pacientes.


La normalización de este tipo de violencia impide que se cuestionen estas experiencias, lo que permite que la práctica médica continúe influyendo en la creación de una actitud de conformidad ante estas situaciones. Esto lleva a una aceptación silenciosa por parte de muchas mujeres de este enfoque de salud, que se deriva de un paradigma social más arraigado. Este paradigma social crea una imagen distorsionada de los procesos fisiológicos de las mujeres, considerándolos como patológicos y fuera de control, lo que, a su vez, refuerza la necesidad de atención médica constante. Por ello, es importante promover espacios donde se facilite una comunicación abierta, permitiendo el intercambio de opiniones y perspectivas. En este sentido, sería beneficioso establecer un plan de parto que garantice la plena autonomía de las mujeres. Además, es esencial destacar la necesidad de hacer visible la violencia de género en el entorno médico, promover investigaciones relacionadas con la violencia obstétrica y llevar a cabo intervenciones que fortalezcan la independencia de los pacientes.


Desde la perspectiva psicológica se puede intervenir en esta problemática a las madres a través del apoyo emocional, terapia individual o de pareja, sesiones de sensibilización, técnicas terapéuticas centradas en el trauma, fomentar la autoaceptación y técnicas de afrontamiento para abordar el impacto psicológico de esa experiencia con profesionales de la salud mental. Además, es fundamental trabajar con profesionales de la medicina, mediante la educación continua, sesiones de sensibilización, entrenamiento de una comunicación empática, revisión de protocolos, apoyo psicológica para profesionales y la colaboración entre profesionales de la salud, psicólogos y trabajadores sociales para abordar integralmente el impacto emocional de la violencia obstétrica en las mujeres y sus familias. 

 

En definitiva, reconocer la presencia de la violencia obstétrica en nuestro sistema de atención médica es fundamental para ofrecer, tanto a las futuras como recientes madres, una atención digna, respetuosa y segura por parte de del ámbito sanitario, empezando por cambiar las políticas para que aboguen por los derechos humanos de todas las madres, además del reconocimiento social de las mujeres que han sufrido este abuso. Por ello es necesario ofrecer una visibilidad activista de esta problemática a la sociedad para que así se respeten y tomen conciencia de la negligencia que se lleva ejerciendo durante siglos a las mujeres en el momento del embarazo, en el parto y post-parto.  


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Bibliografia

- García, M. (2018). La violencia obstétrica como violencia de género. Estudio etnográfico de la violencia asistencial en el embarazo y el parto en España y de la percepción de usuarias y profesionales.

 [Tesis doctoral]. Madrid: Universidad Autónoma de Madrid.

- Castellano, M. Delia, C. (2023). ¿Existe la violencia obstétrica?. Cadernos Ibero-Americanos de Direito Sanitário, Brasília, 12 (1), 36-52, jan./mar.- Cabral, S. Perez, D. (2019) Violencia Obstétrica: producción científica de psicólogos sobre el tema. Ecos V 9, n 2.- González Zabaleta, J. A., & Suarez Caro, G. A. (2017). Violencia obstétrica por parte del personal de salud revisión sistemática. Instituto de Salud Pública.

- Jojoa-Tobar, E., Cuchumbe-Sánchez, Y. D., Ledesma-Rengifo, J. B., Muñoz-Mosquera, M. C., Campo, A. M. P., & Suarez-Bravo, J. P. (2019). Violencia obstétrica: haciendo visible lo invisible. Revista de la Universidad Industrial de Santander. Salud, 51(2), 135-146.

- Fernández, O.(2014). Estrés postraumático secundario en profesionales de la atención al parto. Aproximación al concepto de violencia obstétrica. C Med Psicosom.

- Araujo-Cuauro, J. C. (2019). Obstetric violence: a hidden dehumanizing practice, exercised by medical care personnel. Is it a public health and human rights problem?. Rev Mex Med Forense, (4), 1–11.- Pintado-Cucarella, S. Penagos-Corzo, J. C. Casas-Arellano, M. A. (2015) Síndrome de desgaste profesional en médicos y recepción de la violencia obstétrica. GinecolObstet Mex..

- García, E. (2018). La violencia obstétrica como violencia de género. Doctoral dissertation, Universidad Autónoma de Madrid.

Cristina Recio Martín - Psicóloga. Colaboradora de Latour Psicología



jueves, 13 de julio de 2023

¿Relaciones sanas en la pareja?



Son muchas las parejas que acuden a sesiones con problemas en cuanto a su relación. Por ello, planteamos a continuación información útil sobre cómo establecer relaciones de calidad.

Cuando queremos tener relaciones sanas, debemos saber que estas no se encuentran porque sí, sino que debemos construirlas. Estas están caracterizadas por el respeto, la confianza, la comunicación, el amor y el disfrute, entre otras cuestiones.

En 1988, Robert Sternberg formula la Teoría Triangular del Amor donde nos habla de los tipos de amor que existen y cuales son las variables que los componen en función del tipo de amor. Dichas variables son: la intimidad, el compromiso y la pasión.

  • Intimidad: implica la sensación de sentirse comprendido y de comprender al otro dentro de la relación.

  • Deseo: implica la percepción de querer mantener intimidad física con la pareja.

  • Compromiso: se refiere al hecho de construir proyectos en común, de mostrar implicación por ambos miembros en la construcción y mantenimiento de la pareja.

Este autor define hasta 7 tipos de amor, donde podemos encontrar el amor romántico (intimidad + pasión), el amor sociable (intimidad + compromiso) o el amor fatuo (compromiso + pasión), entre otros. Aunque para este autor, el amor ideal sería el amor consumado, compuesto por las tres variables descritas anteriormente (intimidad + pasión + compromiso).

Dentro de la idea que tenemos de amor, también existen ciertos mitos o creencias que dificultan el establecimiento de vínculos sanos. Algunos ejemplos podrían ser que “el amor todo lo puede” o “hay que sufrir por amor”. Cuando una relación nos hace sufrir, podemos definir este vínculo como “tóxico” o “dañino”, aunque no debemos catalogar a la persona con esta etiqueta, sino a la relación que entablamos con él o ella.

Las relaciones tóxicas o dañinas, suelen presentar ciertos elementos sobre los que debemos prestar especial atención. Entre estos se encuentra la dependencia emocional y la codependencia.

Podríamos definir la dependencia emocional como la incapacidad para funcionar adecuadamente sin la aprobación y el apoyo de la pareja, esto fomenta a medio-largo plazo el sentimiento de inseguridad, y supone una dificultad a la hora de dejar una relación por sentir un enganche o necesidad afectiva con esa persona, mientras que la codependencia sería la necesidad de ayudar y agradar al otro, sobre pensando constantemente lo que el otro miembro de la relación necesita.

Una de las características más comunes de una relación disfuncional es la intermitencia en el cuidado del vínculo por una o ambas partes, que crea adicción a la persona, por ejemplo:


Marta y Pablo mantienen una relación desde hace tres meses. A menudo Marta siente que Pablo no está del todo implicado en la relación como sí lo estaba al comienzo de esta. Ella siente que en ocasiones él la deja de lado y otras veces es muy efusivo. Esto hace que Marta sienta una montaña rusa de emociones.


La intensidad e intermitencia de estos estímulos es lo que genera esa “adicción” hacia la relación con Pablo (como cualquier otro tipo de adicción, como por ejemplo el juego). Es decir, Marta nunca sabe cuándo se producirá esta conducta positiva, la cual podemos entender como un refuerzo, que fomenta el mantenimiento de la relación. En conclusión, aunque en los momentos complicados Marta se replantee la relación, los momentos buenos crean la ilusión de que la relación merece la pena, fomentando esa adicción y dependencia emocional hacia Pablo, haciendo más complicada la ruptura.

A continuación, se incluyen una serie de recomendaciones para mantener relaciones sanas:(más personal)

  • Ser un equipo: las decisiones en la pareja deben tomarse de forma conjunta, no de manera impuesta. Es decir, ambos miembros de la relación deben estar conformes con los acuerdos tomados, por ello, se destaca la importancia de ceder, siempre que no se sobrepasen nuestros límites personales (por lo que es necesario conocer nuestros límites para no sobrepasarlos).

  • Respetarse y valorarse: es muy importante tratar los diferentes temas desde una perspectiva constructiva, es decir, sin la intención de herir al otro cuando se muestra disconformidad. Debemos trasladar las cuestiones que nos preocupan con la idea de construir soluciones conjuntas. Esto se aplica tanto al ámbito privado como al público, es decir, tanto a la intimidad de la pareja como cuando se encuentran con otras personas.

  • Confianza y conversación: Se destaca la importancia del espacio privado de cada individuo, entendiendo que aunque tengamos nuestro espacio en pareja no debemos descuidar nuestro ocio personal y otros vínculos ajenos a la pareja, como familia y/o amigos.

  • Disfrute: en las relaciones es fundamental que exista más bienestar que malestar, siempre que estas situaciones negativas no supongan un traspaso de los límites personales ni impliquen violencia. Se añade la importancia de pasar tiempo de calidad en pareja, es decir, dedicar tiempo a realizar actividades placenteras juntos y que aumenten la conexión de la pareja (noche de cine, cena romántica, paseo viendo la puesta de sol, etc.).

A modo de conclusión, se debe tener en cuenta que estas recomendaciones pueden ayudar a mantener unas buenas dinámicas de pareja, sin embargo, si creen que tienen dificultades en su relación no duden en acudir a un profesional de la psicología.

Referencias:

  • Sternberg, R. (1989). El triángulo del amor. Barcelona; Paidós.

  • Lara, L., Providell, L., & Labra, P. (2020). Relaciones sanas. Recuperado de https://www.researchgate.net/profile/Laura-Lara-11/publication/343583963_Relaciones_sanas_Guia_para_la_prevencion_de_la_violencia_en_las_relaciones_de_pareja_joven/links/5f32b0f692851cd302ef1185/Relaciones-sanas-Guia-para-la-prevencion-de-la-violencia-en-las-relaciones-de-pareja-joven.pdf

  • Esclapez, M. (2022). Me quiero, te quiero: una guía para desarrollar relaciones sanas (y mejorar las que ya tienes). Barcelona; Bruguera.


Helena Guimerá Rosety - Psicóloga
Julia de la Torre Murillo - Psicóloga

Colaboradoras con Latour Psicología

jueves, 17 de noviembre de 2022

Autorregulación emocional

 

AUTORREGULACIÓN EMOCIONAL

Autorregulación emocional: qué es y cómo mejorarla - Desarrollo personal -  Blog dosis de psicología | Emocional, Autorregulación, Emociones


La autorregulación implica la capacidad que tiene cada persona de canalizar (regular o dirigir) nuestra experiencia emocional.

¿Y que es canalizar? Canalizar emocionales es identificarlas, expresarlas de un modo adecuado, con la persona adecuada, y de la forma adecuada, ademas de, LO MÁS IMPORTANTE, leer el mensaje que nos dan.

Hacer una buena gestión no significa contener o reprimir, ni tampoco potenciar la expresión desatada de las emociones, IMPLICA ENCONTRAR UNA SALIDA QUE SEA ADECUADA A CADA EMOCION, VALORANDO CUÁL ES LA OPCIÓN MÁS EFECTIVA PARA UNO MISMO.

Cuánto más desarrollada tengamos la conciencia emocional, más fácil será hacer una buena gestión emocional.

Gran parte de las dificultades emocionales que experimentamos proceden de ir añadiendo emociones mal canalizadas (CARGAS EMOCIONALES), o de que se cronifiquen.

Las emociones son una buena fuente de información que acompañará al autoconocimiento, es decir, desde las conductas hasta los principios es uno de los ingredientes importantes para movilizar mi comportamiento o paralizarlo en función a su gestión.

La autorregulación me va a servir para utilizar las emociones en ese comportamiento y su correspondiente gestión a través de la gestión de los sentimientos.

Todo este proceso me va a dar SERENIDAD, al estar relacionado el autoconocimiento con la autorregulación emocional.


Bárbara Basallote Quirós

Psicóloga

Coach y Experta en Inteligencia Emocional

jueves, 25 de marzo de 2021

Cuentos psicoterapéuticos

¿Cómo crecer?

Un rey fue hasta su jardín y descubrió que sus árboles, arbustos y flores se estaban muriendo. El Roble le dijo que se moría porque no podía ser tan alto como el Pino. Volviéndose al Pino, lo halló caído porque no podía dar uvas como la Vid. Y la Vid se moría porque no podía florecer como la Rosa. La Rosa lloraba porque no podía ser alta y sólida como el Roble. Entonces encontró una planta, una fresia, floreciendo y más fresca que nunca. El rey preguntó: ¿Cómo es que creces saludable en medio de este jardín mustio y sombrío? No lo sé. Quizás sea porque siempre supuse que cuando me plantaste, querías fresias. Si hubieras querido un Roble o una Rosa, los habrías plantado. En aquel momento me dije: «Intentaré ser Fresia de la mejor manera que pueda».