jueves, 25 de marzo de 2021

Cuentos psicoterapéuticos

¿Cómo crecer?

Un rey fue hasta su jardín y descubrió que sus árboles, arbustos y flores se estaban muriendo. El Roble le dijo que se moría porque no podía ser tan alto como el Pino. Volviéndose al Pino, lo halló caído porque no podía dar uvas como la Vid. Y la Vid se moría porque no podía florecer como la Rosa. La Rosa lloraba porque no podía ser alta y sólida como el Roble. Entonces encontró una planta, una fresia, floreciendo y más fresca que nunca. El rey preguntó: ¿Cómo es que creces saludable en medio de este jardín mustio y sombrío? No lo sé. Quizás sea porque siempre supuse que cuando me plantaste, querías fresias. Si hubieras querido un Roble o una Rosa, los habrías plantado. En aquel momento me dije: «Intentaré ser Fresia de la mejor manera que pueda».



jueves, 4 de marzo de 2021

Cuentos psicoterapéuticos


Un bote lleno de sabiduría 

Un profesor, delante de su clase de Filosofía y sin decir palabra, tomó un frasco grande y vacío de mayonesa y procedió a llenarlo con pelotas de golf. 

Luego le preguntó a sus estudiantes si el frasco estaba lleno. Los estudiantes estuvieron de acuerdo en decir que sí. 

Así que el profesor tomo una caja llena de canicas y la vació dentro del frasco de mayonesa. Las canicas llenaron los espacios vacíos entre las pelotas de golf. El profesor volvió a preguntar a los estudiantes si el frasco estaba lleno, ellos volvieron a decir que sí. 

Luego el profesor tomó una caja con arena y la vació dentro del frasco. Por supuesto, la arena lleno todos los espacios vacíos, así que el profesor preguntó nuevamente si el frasco estaba lleno. En esta ocasión los estudiantes respondieron con un ‘sí’ unánime. 

El profesor enseguida agregó dos tazas de café al contenido del frasco y efectivamente llenó todos los espacios vacíos entre la arena. Los estudiantes reían en esta ocasión. Cuando la risa se apagaba, el profesor dijo:

Quiero que se os fijéis que este bote representa la vida. Las pelotas de golf son las cosas importantes como la familia, los hijos, la salud, los amigos, el amor... todo lo que te apasiona. Son cosas, que aún si todo lo demás lo perdiéramos y solo éstas quedaran, nuestras vidas aún estarían llenas.

Las canicas son las otras cosas que importan, como el trabajo, la casa, el  coche...

La arena es todo lo demás, las pequeñas cosas. 

Si le damos prioridad a la arena en el frasco, no habría espacio para las canicas ni para las pelotas de golf. Lo mismo ocurre con la vida. Si invertimos nuestro tiempo y energía en las cosas pequeñas, nunca tendremos lugar para las cosas realmente importantes

Presta atención a las cosas que son cruciales para tu felicidad. 

Siempre habrá tiempo para limpiar la casa y reparar la llave del agua. Ocúpate de las pelotas de golf primero, de las cosas que realmente importan y establece tus prioridades, el resto es solo arena. 

Una de los estudiantes levantó la mano y preguntó por lo que representaba el café. El profesor sonrió y dijo: 

–¡Me encanta que me hagas esta pregunta! Es para demostrar que, aunque tu vida te parezca llena, siempre hay lugar para dos tazas de café con un amigo.

domingo, 21 de febrero de 2021

Las bases del llanto (Sandra Correa)



Al nacer, nuestra primera interacción con el mundo es el llanto. Posteriormente, lo usamos como una forma de comunicación, para hacer saber a nuestra madre o padre que tenemos hambre o frío. Luego lloramos por dolor, por tristeza, pero también por alegría, y a veces no sabemos por qué. Sin embargo, está claro que el llanto tiene una función tanto social como fisiológica; a continuación exploraremos las bases neuronales, fisiológicas y psicológicas de las lágrimas y el llanto.

¿Por qué lloramos?

Aparentemente, no solo los seres humanos, sino en general todos los mamíferos tienen una forma de llorar. Desde una perspectiva biológica, más allá de la segregación de lágrimas, hace referencia a una serie de sonidos que indican malestar (Newman, 2007).

Esta forma de comunicación, ha evolucionado a lo largo de los siglos y las especies, pues constituye una forma de comunicación fundamental para garantizar la supervivencia de la cría (Newman, 2007).

Sin embargo, específicamente en humanos, se define el llanto como la segregación de lágrimas desde las estructuras lacrimales que, especialmente en momentos de tristeza, pueden están acompañadas de expresiones faciales características, vocalizaciones, e inhalaciones y exhalaciones fuertes -casi convulsivas- (Rottenberg, et al., 2002).

¿Por qué lloramos cuando somos adultos?

Mientras que en los niños y niñas el llanto cumple una función de supervivencia y como medio para incrementar el vínculo con los cuidadores, las personas adultas lloramos por motivos que son más complejos. Como adultos, lloramos porque necesitamos aliviar el malestar, motivándonos a ejecutar una acción para generar en otros una respuesta empática o para promover una homeostasis fisiológica (Rottenberg, et al., 2002).

Teoría de los dos componentes

Adicionalmente, la teoría cognitiva sostiene que, para que se presente el llanto no importa si estamos felices o tristes, sino que se compone de dos situaciones clave (Pelowski, 2015):

  • Inicialmente, se debe presentar una disonancia cognitiva entre las expectativas y la percepción, lo cual genera un periodo de tensión o ansiedad, en la que se busca ajustar dicha disonancia.
  • Posteriormente, puede haber un desencadenante psicológico o externo, que permite procesar la disonancia, y finalmente causa las lágrimas.

El llanto como la interacción compleja de diversos sistemas

Otros investigadores proponen que el llanto es la interacción de procesos psicológicos, biológicos, cognitivos y sociales. De acuerdo con esta teoría, para que una persona llore, se debe tener en cuenta (Vingerhoets, et al., 2000):

  • Cada individuo evalúa los eventos ambientales de acuerdo con una postura, que puede ser individual o bajo una estructura social.
  • Individualmente, para esta evaluación se puede incluir el estado emocional previo, las metas y expectativas, la relevancia del estímulo, las experiencias previas, y la habilidad para adaptarse a esta situación.
  • Cada situación puede elicitar varias emociones diferentes.
  • La evaluación de la situación genera una serie de respuestas funcionales –fisiológicas, expresivas, experimentales y comportamentales–
  • La experiencia suele ser modulada –exagerada, disminuida o inhibida del todo-.
  • Finalmente, puede generarse el llanto, el cual puede ser asociado con una sensación de no poder adaptarse o responder ante la situación evaluada.

Bases neuronales del llanto

Los modelos humanos y animales han propuesto que, cuanto más joven es el infante, menos áreas corticales se activan cuando llora; debido a esto, se denomina modelo del tallo cerebral, según el cual, el área de mayor activación es la materia gris periacuductual (Newman, 2007).

Se ha encontrado evidencia de que el llanto también se puede relacionar con una activación en el giro cingulado y la amígdala, los cuales forman parte del sistema límbico, conocido por su papel fundamental en la elaboración y expresión emocional (Newman, 2007).

Por lo tanto, se puede hacer una diferenciación entre el llanto ‘evolutivo’, que permite que las necesidades básicas sean atendidas, y un llanto de carácter más emocional.

Los lagrimales están bajo el control del sistema nervioso simpático y parasimpático. La principal glándula lagrimal está inervada por los pares craneales quinto –trigémino– y séptimo –facial-. Adicionalmente, tiene conexiones con otras áreas corticales como la corteza prefrontal, los ganglios basales, el tálamo y el hipotálamo (Vingerhoets, et al., 2000).

Depresión y llanto

Aunque teóricamente, las personas con depresión suelen llorar con mayor frecuencia, las investigaciones actuales no han encontrado mayor evidencia de este hecho. Algunas investigaciones han encontrado que es más común que se presente llanto en personas con inestabilidad emocional, que en aquellas clínicamente deprimidas. Incluso, en estados más profundos de depresión, se anula el llanto casi por completo; esto puede relacionarse con una disminución significativa en la activación emocional en estos pacientes (Rottenberg, et al., 2002)

Variables sociodemográficas que influyen en por qué lloramos

Aunque todos los seres humanos –obviando aquellos con patologías específicas– estamos en disposición de llorar, existen variables sociodemográficas que intervienen en la posibilidad de hacerlo. Dentro de estas se encuentran (Vingerhoets, et al., 2000):

  • La frecuencia e intensidad del llanto decrecen con la edad.
  • La influencia social del género en el llanto aparece alrededor de los 13 años de edad. Sin embargo, la frecuencia o intensidad del llanto no es algo que sea determinado por el género, sino por características individuales.
  • Algunos estudios sugieren que mientras los hombres suelen llorar más por tristeza y razones positivas –incluidas representaciones artísticas-, las mujeres suelen hacerlo por ansiedad, miedo e ira.
  • Los hombres que se apegan a roles de género tradicionales y con baja escolaridad suelen llorar menos, que aquellos que aceptan roles más flexibles y tienen mayor escolaridad.
  • Las mujeres con cargos laborales más altos, tienden a llorar menos.
  • Terapeutas y profesionales en enfermería suelen llorar más que aquellos que se desempeñan en el área de la ingeniería o el ejército.
  • Las situaciones consideradas tiernas o dulces son las que suelen hacer llorar a las personas mayores con mayor frecuencia.
  • En la adultez, solemos llorar más cuando estamos solos.

Conclusiones

En conclusión, si nos preguntamos ¿por qué lloramos?, la respuesta puede ser muy amplia. El llanto inició como una forma de comunicación evolutiva entre los mamíferos, y a medida que se desarrolló la especie, adoptó múltiples significados sociales y culturales, relacionados con manifestaciones de la expresividad emocional.

https://www.menteyciencia.com/por-que-lloramos-bases-del-llanto-y-las-lagrimas/?fbclid=IwAR0mZo2s8Pxsc9xFV8Q4a2614yc_mdgQuup9Iv_ReTOwM_f2cDnqHfAGUdw

Artículo escrito y avalado por la psicóloga Sandra Correa

Mente y Ciencia 


jueves, 18 de febrero de 2021

Cuentos psicoterapéuticos

Entre líneas

Durante una broma, un estudiante pegó un papel en la espalda de su compañero de clase que decía ′′ Soy estúpido " y pidió al resto de la clase que no se lo dijera al chico, así que los estudiantes comenzaron a reírse una y otra vez...
Comenzó la clase de matemáticas por la tarde y su profesor escribió una pregunta difícil en el pizarrón.
Nadie pudo contestar excepto el chico con la pegatina.
En medio de las risitas inexplicables, caminó hacia la pizarra y resolvió el problema.
El profesor pidió a la clase que lo aplaudiera y le quitasen el papel de la espalda.
Luego le dijo: ′′ Parece que no sabes sobre el papel que uno de tus compañeros de clase ha pegado en tu espalda."
Miró a la clase, diré dos cosas:
Primero, a lo largo de sus vidas, la gente les pondrá etiquetas con muchas palabras desagradables para detener tu progreso.
Si su compañero de clase hubiera sabido sobre el papel, no se habría levantado para responder a la pregunta.
Todo lo que tienen que hacer en la vida es ignorar las etiquetas que la gente pone y aprovechar cada oportunidad que tienen para aprender, crecer y mejorarse a sí mismo.
Segundo, está claro que no existe ningún amigo leal entre todos ustedes para hablarle de la pegatina.
No importa cuántos amigos tengan, es la lealtad que comparten con sus amigos lo que cuenta.
Si no tienen amigos que puedan defenderlos a sus espaldas, que puedan cuidarlos, protegerlos y que realmente se preocupan por ustedes, es mejor estar solo.
¡Elige a tus amigos sabiamente!

- Alas y Raíces -

jueves, 11 de febrero de 2021

Cuentos psicoterapéuticos


El problema 

Cuenta la leyenda que en un monasterio budista ubicado en una ladera casi inaccesible de las frías y escarpadas montañas del Himalaya, un buen día uno de los monjes guardianes más ancianos falleció. Le hicieron los rituales tibetanos propios para esas ocasiones, llenas de profundo respeto y misticismo. Sin embargo, era preciso que algún otro monje asumiera las funciones del puesto vacante del guardián. Debía encontrarse el monje adecuado para llevárselas a cabo. El Gran Maestro convocó a todos los discípulos del monasterio para determinar quién ocuparía el honroso puesto de guardián. El Maestro, con mucha tranquilidad y calma, colocó una magnífica mesita en el centro de la enorme sala en la que estaban reunidos y encima de ésta, colocó un exquisito jarrón de porcelana, y en él, una rosa amarilla de extraordinaria belleza y dijo: -―He aquí el problema. Asumirá el puesto de Honorable Guardián de nuestro monasterio el primer monje que lo resuelva. Todos quedaron asombrados mirando aquella escena: un jarrón de gran valor y belleza, con una maravillosa flor en el centro.
Los monjes se quedaron como petrificados en el más respetuoso silencio, hundidos en sus interrogantes internas… ¿Qué representaría ese bello jarrón con flores? ¿Qué hacer con él? ¿Cuál podría ser el enigma encerrado de tan delicada belleza? ¿Simbolizaría acaso las tentaciones del mundo? ¿Podría ser algo tan simple como que necesitara agua la flor? Eran tantas preguntas…
En un momento determinado, uno de los discípulos sacó una espada, miró al Gran Maestro, y a todos sus compañeros, se dirigió al centro de la sala y … zas!!   Destruyó todo de un solo golpe.  Tan pronto el discípulo retornó a su lugar, el Gran Maestro dijo: ―Alguien se ha atrevido no sólo a dar solución al problema, sino a eliminarlo. Honremos a nuestro Guardián del Monasterio.

jueves, 4 de febrero de 2021

Cuentos psicoterapéuticos

El peso de un vaso de agua

 
Un psicólogo estaba desarrollando una sesión grupal cuando, de repente, levantó un vaso de agua. Todos esperaban la típica pregunta: “¿Está medio lleno o medio vacío?”

Sin embargo, preguntó:

– ¿Cuánto pesa este vaso?

Las respuestas variaron entre 200 y 250 gramos. El psicólogo les respondió:

– El peso absoluto no es importante. Depende de cuánto tiempo lo sostengo. Si lo sostengo un minuto, no representará un problema, pero si lo sostengo durante una hora, me dolerá el brazo. Si lo sostengo un día, mi brazo se entumecerá y paralizará. El peso del vaso no ha cambiado, siempre es el mismo. Pero cuanto más tiempo lo sujeto, más pesado y más difícil de soportar se vuelve. Las preocupaciones son como el vaso de agua. Si piensas en ellas un rato, no pasa nada. Si piensas un poco más empiezan a doler y si piensas en ellas todo el día, acabas sintiéndote paralizado, incapaz de hacer nada.

Hay que aprender a soltar los vasos…




jueves, 28 de enero de 2021

Cuentos psicoterapéuticos

Las ranas en la nata

Había una vez dos ranas que cayeron en un recipiente de nata.

Inmediatamente se dieron cuenta de que se hundían: era imposible nadar o flotar demasiado tiempo en esa masa espesa como arenas movedizas. Al principio, las dos ranas patalearon en la nata para llegar al borde del recipiente. Pero era inútil; solo conseguían chapotear en el mismo lugar y hundirse. Sentían que cada vez era más difícil salir a la superficie y respirar.

Una de ellas dijo en voz alta: “No puedo más. Es imposible salir de aquí. En esta materia no se puede nadar. Ya que voy a morir no veo por qué prolongar este sufrimiento. No entiendo qué sentido tiene morir agotada por un esfuerzo estéril”.

Dicho esto dejó de patalear y se hundió con rapidez siendo literalmente tragada por el espeso líquido blanco.

La otra rana, más persistente o quizá más tozuda, se dijo: “¡No hay manera! Nada se puede hacer por avanzar en esta cosa. Sin embargo, aunque se acerque la muerte, prefiero luchar hasta mi último aliento. No quiero morir ni un segundo antes de que llegue mi hora”.

Siguió pataleando y chapoteando siempre en el mismo lugar, sin avanzar ni un centímetro, durante horas y horas.

Y de pronto, de tanto patalear y batir las ancas, agitar y patalear, la nata se convirtió en mantequilla.

Sorprendida, la rana dio un salto y, patinando, llegó hasta el borde del recipiente. Desde allí, pudo regresar a casa croando alegremente.


Jorge  Bucay

"Las ranas en la nata"

jueves, 14 de enero de 2021

 

 

PARKINSON-SÍNTOMAS MOTORES

 



Cuentos Psicoterapéuticos 2

Dependencia Emocional 

"Cuando en una relación te das cuenta que, pudiéndote evitar un poco de sufrimiento, el otro no lo hace, es porque todo ha terminado".


 


Jorge Bucay
"La princesa busca marido"

jueves, 7 de enero de 2021

Cuentos psicoterapéuticos




Iniciamos hoy una nueva sección denominada "Cuentos Psicoterapéuticos".

Contar historias ("storytelling") hace conectar los pensamientos (cogniciones) con los sentimientos de las personas.

Las historias producen emociones y como decía Maya Angelou «La gente olvidará qué les dijiste pero nunca lo que les hiciste sentir»



—No puedo —le dije—. ¡No puedo!

—¿Seguro? —me preguntó él.

—Sí, nada me gustaría más que poder sentarme frente a ella y decirle lo que siento… Pero sé que no puedo.

El gordo se sentó a lo buda en aquellos horribles azules de su consultorio. Sonrió, me miró a los ojos y, bajando la voz como hacía cada vez que quería ser escuchado atentamente, me dijo:

—Déjame que te cuente…

Y sin esperar mi aprobación Jorge empezó a contar.

Cuando yo era pequeño me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. Me llamaba especialmente la atención el elefante que, como más tarde supe, era también el animal preferido por otros niños. 

Durante la función, la enorme bestia hacía gala de un peso, un tamaño y una fuerza descomunales…

Pero después de su actuación y hasta poco antes de volver al escenario, el elefante siempre permanecía atado a una pequeña estaca clavada en el suelo con una cadena que aprisionaba una de sus patas.

Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera enterrado unos centímetros en el suelo. Y, aunque la cadena era gruesa y poderosa, me parecía obvio que un animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su fuerza, podría liberarse con facilidad de la estaca y huir.

El misterio sigue pareciéndome evidente.

¿Qué lo sujeta entonces?

¿Por qué no huye?

Cuando tenía cinco o seis años, yo todavía confiaba en la sabiduría de los mayores.

Pregunté entonces a un maestro, un padre o un tío por el misterio del elefante. 

Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado.

Hice entonces la pregunta obvia: “Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan?”.

No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo, olvidé el misterio del elefante y la estaca, y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho esa pregunta alguna vez.

Hace algunos años, descubrí que, por suerte para mí, alguien había sido lo suficientemente sabio como para encontrar la respuesta:

El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño.

Cerré los ojos e imaginé al indefenso elefante recién nacido sujeto a la estaca.  

Estoy seguro de que, en aquel momento, el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y, a pesar de sus esfuerzos, no lo consiguió, porque aquella estaca era demasiado dura para él.

Imaginé que se dormía agitado y que al día siguiente lo volvía a intentar, y al otro… 

Hasta que, un día, un día terrible para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino.

Ese elefante enorme y poderoso que vemos en el circo no escapa porque, pobre, cree que no puede.

Tiene grabado el recuerdo de la impotencia que sintió poco después de nacer.

Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese recuerdo.

Jamás, jamás intentó volver a poner a prueba su fuerza.

—Así es, Demián. Todos somos un poco como el elefante del circo: vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad.

Vivimos pensando que “no podemos” hacer montones de cosas, simplemente porque una vez, hace tiempo, cuando éramos pequeños, lo intentamos y no lo conseguimos.

Hicimos entonces lo mismo que el elefante, y grabamos en nuestra memoria este

mensaje: No puedo, no puedo y nunca podré.

Hemos crecido llevando ese mensaje que nos impusimos a nosotros mismos y por eso nunca más volvimos a intentar liberarnos de la estaca.

Cuando, a veces, sentimos los grilletes y hacemos sonar las cadenas, miramos de reojo la estaca y pensamos:

No puedo y nunca podré

Jorge hizo una larga pausa. Luego se acercó, se sentó en el suelo frente a mí y siguió:

—Esto es lo que te pasa, Demi. Vives condicionado por el recuerdo de un Demián que no existe, que no pudo.

Tu única manera de saber si puedes conseguirlo es intentarlo de nuevo, poniendo en ello todo tu corazón… ¡Todo tu corazón!


Jorge Bucay  (Déjame que te cuente…)

Barcelona, RBA Libros, 2006