jueves, 20 de septiembre de 2012

EL TRASTORNO NEGATIVISTA DESAFIANTE (TND)


Cuando la familia se preocupa por la conducta de un hijo, la gama de problemas es muy variada. Las
manifestaciones más leves y aun así preocupantes pueden incluir berrinches, gritos y discusiones continuas,
mientras que las más graves pueden incluir un patrón de peleas físicas y robos. Los problemas de conducta
relacionados con el Trastorno Negativista Desafiante (TND) se caracterizan por una actitud de oposición
manifiesta hacia toda figura de autoridad, como los padres y maestros. Si bien los niños con TND pueden
mostrarse agresivos con los demás y cometer graves violaciones de los derechos de las otras personas y de las  normas sociales, lo más probable es que esto se observe en los problemas de conducta más graves asociados con el  Trastorno Disocial.

¿Cuáles son los problemas de conducta específicos del TND?
El TND abarca un patrón de conductas que implica discusiones continuas, desafiar las reglas y las peticiones,  oponerse a las figuras de autoridad y berrinches. Puede incluir otras características como molestar a otras personas  deliberadamente, enojarse con facilidad, tener dificultades para dejar pasar las cosas, inflexibilidad, el uso de  palabrotas y culpar a otros por las faltas propias. Si bien, en cierta medida, es normal observar algunas de estas  características en muchos niños, se diagnostica TND cuando estos síntomas predominan, ocurren con frecuencia e  interfieren en el desenvolvimiento del niño en su casa, en la escuela o en el ámbito social. Puede ocurrir que los  síntomas del TND se manifiesten en un entorno y no en otro, como por ejemplo en casa, pero no en la escuela.
Estos niños también pueden presentar otros problemas, como THDA, depresión o ansiedad. El 25% de los niños  con TND desarrolla problemas de conducta más graves asociados con el trastorno disocial.
¿Cuándo aparecen problemas de conducta de este tipo?
La aparición de los problemas de conducta depende de varios factores que incluyen el temperamento del niño, la  capacidad del niño de acuerdo con su desarrollo, las oportunidades que tiene el individuo de variar el  comportamiento, factores familiares y cuestiones sociales más amplias (como la pobreza o el acceso al
tratamiento). Si bien puede haber indicios de un temperamento difícil antes de los 3 años, es entre los 3 y 7 años  cuando los síntomas del TND se tornan lo suficientemente problemáticos como para determinar un mal
funcionamiento diario y el padecimiento del niño y su familia.

¿Qué factores contribuyen con el TND?
El TND no es “causado” por un solo factor. Por lo general, pueden colaborar varios grupos de factores diferentes.
Las características del niño (tendencia a la irritabilidad, alto grado de actividad, etc.), de los padres (imposición de  una disciplina ineficiente o inconstante, depresión, impulsividad, etc.), de la familia (como desavenencias  matrimoniales) y del entorno social (como la pobreza) influyen por separado o en forma combinada en el  desarrollo de los problemas de conducta. Estos factores también pueden verse afectados entre sí. Por ejemplo: la  falta de una disciplina uniforme puede contribuir con el comportamiento desafiante, al igual que la conducta  desafiante crónica puede llevar a lo padres a sentirse impotentes y cambiar su enfoque sobre la crianza.

¿Qué puede hacer la familia para abordar el TND?
La familia puede consultar a un profesional de la salud mental, como un psicólogo o un psiquiatra, para que realice  una evaluación integral. Ésta debería incluir una revisión de los síntomas relevantes y los antecedentes del niño y  de su familia, un análisis sobre otros posibles factores concurrentes, como la depresión o la ansiedad, e  información reunida de múltiples fuentes, como los cuestionarios o las entrevistas realizados a maestros.


La  enseñanza a los padres de habilidades que han resultado efectivas para el abordaje de los problemas de conducta es  una parte esencial de cualquier tratamiento, si bien las habilidades aplicables a niños pequeños y a adolescentes  pueden diferir. Entre los elementos fundamentales, se incluye el uso frecuente y uniforme de elogios, recompensas  y castigos razonables. En el marco de la terapia de conducta, los padres aprenden, ejercitan y adaptan a su medida  este tipo de habilidades y también otras, como aprender a pedir de modo efectivo, recurrir al aislamiento  temporario e ignorar las conductas irritantes prestando en cambio atención positiva a las conductas deseadas. Los  niños también pueden aprender y ejercitar nuevas habilidades para sobreponerse a los problemas, como la  exploración de formas alternativas para manejar la ira. Para los adolescentes, suele ser útil la terapia familiar que  se centra en muchas de las habilidades de crianza mencionadas arriba, como la imposición de límites sobre la  conducta y la implementación de consecuencias efectivas y uniformes de acuerdo con la edad. Asimismo, padres y  adolescentes pueden necesitar ayuda para resolver problemas juntos, mejorar las aptitudes de comunicación,  negociar ante los conflictos e identificar y modificar los patrones de conducta que se dan dentro de la familia y  pueden contribuir con las conductas perturbadoras. En casos más graves que pueden implicar la superposición de  problemas (como el consumo de sustancias o la negación a asistir a la escuela), puede necesitarse un tratamiento  alternativo en el entorno escolar o con residencia en un centro. Por supuesto, si existen otros factores, como las
desavenencias matrimoniales, que contribuyen con el desarrollo de problemas de conducta, éstos pueden abordarse  en el marco de una psicoterapia o terapia de pareja o familiar.

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